Ofelia González

Esperaré un poco tras este mueble para acostumbrarme a la oscuridad.  Si un mes atrás me hubieran propuesto entrar solo a esta casa para robar, de inmediato lo habría rechazado; estoy asombrado de haberme vencido tan fácilmente.  Ahora comprendo por qué ellos me decían: “Tu eres capaz, debes intentarlo”.  Pero el miedo me detenía.  Ya no existe ese miedo.  Son unos grandes tipos, están preocupados por lo que pasa, por las cosas que necesito; hoy saldré bien de este asunto para agradarlos, pues el primer trabajo fue casi un fracaso.  No los defraudaré.

Tal vez esta noche sea igual a las otras, si dejara la pistola en la casa y viniera a trabajar me tendrían igual miedo; todo es cuestión del uniforme, además de quedarme bien, me protege.  Los tipos andan por allí, intentando meterse a la casa, cuando me ven, se llenan de miedo y no vuelven; la mayoría de las veces no me doy cuenta, pero es mejor estar prevenido, porque cualquier día me pueden dar una sorpresa; haré una ronda por toda la casa cada dos horas. Empezaré  por el salón.

Esto es como entrar a cine con las luces apagadas; al principio no se ve nada, luego se distingue hasta la cara del vecino.  Veo tantas cosas bonitas que no quisiera moverlas de su sitio, pero tengo que llevármelas, es un asunto decidido.  Alguien se acerca, estaré en guardia, seguramente es el vigilante.  Vendrá a dar una mirada rutinaria, esperará encontrar todo en orden.  Ciertamente es él.  A pesar de estar a unos pocos metros de distancia, no me puede ver.  Comienzo a sentir el miedo que creí haber expulsado, aprieto el arma y cierro los ojos; quisiera salir disparado y aparecer en un lugar lejano.  Antes de entrar a esta casa imaginé, como posibilidad remota, lo que ahora me sucede.  Pensé que actuaría serenamente, que mis pensamientos no me distraerían, pero pienso en un amigo de la infancia, en una conversación, en fin, en cosas que no sirven para defenderme.  Siento las piernas flojas y un enorme deseo de ir al baño; me tiembla todo el cuerpo.  Parece que ha decidido salir; querrá enterarse de cómo andan las cosas en otros lugares de la casa, no tiene la menor sospecha de mi presencia.  ¡Ya puedo actuar! ¡Uff, que tranquilidad!

El salón es el primer lugar que reviso, no sé si es por costumbre o por las cosas valiosas que hay o por ser un lugar muy bonito; las cortinas, los muebles, las lámparas, esas cosas raras que solo he visto aquí. ¡Todo es muy hermoso ¡Quien me viera en este momento creería que vigilo atentamente, cuando en realidad esto me divierte.  Si enciendo las luces podré apreciar mejor el cuadro que está en el fondo, pero eso podría molestar los señores; la vez que hice eso, se levantaron alarmados creyendo que sucedía algo.  Inventé aquella excusa del ladrón, que nadie me creyó.  Es mejor no prenderlas. Pasaré a la biblioteca.  Ese lugar me desagrada, hay únicamente libros.  ¡Es tan triste! Pero… ¡Un momento! Algo ocurre aquí.  Me pareció escuchar una respiración.  Esta tan oscuro que no veo nada. Tendré que encender las luces y habrá escándalo.  Voy a esperar un poco, pueden ser invenciones mías.  De todos modos tendré  la pistola lista, aunque sea para calmar los nervios.

¡Qué estupidez he cometido! ¡Respirar tan bruscamente!.  La sola presencia de este hombre me ha alterado.  Tuvo quedarse cuenta, ¡claro! Ahí se devuelve con el arma en la mano.  Debe estar muy desconcertado al no ver a nadie, puesto que el mueble me oculta; sin embargo, averiguará de donde vino el ruido y todo se complicará.  Si quisiera podría dispararle desde este sitio y escapar; de lo contrario, me descubriría con dar unos pasos o encender las luces, aunque…Es posible que al no ver nada, se marche.  Si no lo hace, tendré que matarlo, pero no tengo deseos de hacerlo.  Recuerdo que de niño pensaba en la muerte, era como una condena eterna; si ese hombre se viene hacia acá lo mataré, o estaré perdido.  Ninguna de las dos cosas me atrae.  Esta pistola la he utilizado una vez, ojala no sea necesario una segunda.  Aquella ocasión fue terrible, todavía  veo la cara de aquel pobre tipo; tuve que decirle  cosas tan sucias para que no notara como temblaba la pistola sobre su pecho.  El vigilante no es aquel hombre. Si salgo gritándole no se dejará intimidar.  Desde ya puedo dispararle directo a la cabeza, no sabrá que muere, o en una pierna; esto podría ser peligroso, pues quedaría en condiciones de dispararme.  Matar debe ser espantoso.  Pero matar agazapado  peor.  Estoy de mala suerte.  ¡Por qué tenía que aparecer este hombre!  ¡Quién es él, que no se lleva todas estas cosas valiosas?  ¡El muy honrado! Soy un tonto haciéndome estas preguntas.  Lo que tengo que hacer es concentrarme en los movimientos de ese tipo y en la pistola.  ¡Parece que se mueve!

La pistola no ha sido disparada desde hace mucho tiempo, pero si tengo que dispararla no fallará.  Ese ruido que escuché o creí escuchar, me ha puesto nervioso.  Por más que miro, no veo nada. Posiblemente fue una invención mía. Desde hace nos días para acá, me estoy sintiendo algo extraño. Es el exceso de trabajo.  Aquí, por las noches; y en el taller por las tardes. ¡Qué cosa tan agotadora! Pensaré en un descanso a partir de la semana entrante.  Pero… ¡estoy temblando! Debe ser la brisa que viene del   jardín. A estas horas, en esta época del año, hace un frio enorme.  Pasaré a la biblioteca, porque  aquí no hay nadie; de lo contrario habría visto algo, o a alguien.  Por encima se da uno cuenta de que no hay nada anormal.  Es tranquilizador saberlo. ¿Qué tal que estuviera un tipo aquí?  ¡No, claro que no, a balazos tendría que sacarlo!  Eso sí sería un problema grave. Gracias que no sucede nada. Me calmaré. La noche que aquel muchacho intentó entrar, hizo tanto ruido que fue fácil sorprenderlo.  Pero,  ¿si en esta ocasión no hubiera hecho ruido? ¡Es posible que ahora se encuentre aquí ¡ Todo está oscuro.  Cualquiera puede estar oculto.  El ruido no fue una invención mía. Me estará mirando desde algún lado del salón. ¡Encenderé las luces!

Se mueve, viene hacia donde estoy; actuaré rápidamente antes de que él lo haga.  Me repugna hacerlo, pero no tengo otra salida. Ya no tiene sentido el objetivo que me trajo acá.  Es posible que se devuelva, o hablarle y decirle que nada puedo hacerle, porque  ni siquiera lo conozco, que no es nada contra él, que demos media vuelta y lo olvidemos todo.  ¡Son estupideces! No las entendería.  Se acerca sin saber que morirá; ahora que me fijo, tiene un aire elegante, su  uniforme es muy limpio, pronto será rojo.  A todos tarde o temprano nos mata un rayo, yo soy el rayo para este hombre.  Me levanto violentamente y el hombre se paraliza.  Para espantar los pensamientos comienzo a gritar al tiempo que disparo.  Mueve  los labios como si iniciara una oración, pero sus brazos se levantan mecánicamente para interrumpirlo; me mira sin decidirse a caer en ninguna parte.  ¡De repente!  Se  lanza sobre mí y no puedo esquivarlo.  Su pecho ya no existe, es un gran hueco.  Siento la sangre por mi cara, los brazos, por todo el cuerpo, es caliente, casi agradable.  No hago mayor esfuerzo por zafarme del cuerpo que muere; lo miro y no siento rencor.  Quisiera ayudarlo.  Trata de decirme su mirada algo.  Es cuando siento  asco por esa  sangre  pastosa en mí, y tiro el cuerpo a un lado para fugarme; se escuchan gritos, pero en la confusión nadie se acerca.  Si logro atravesar el salón estaré a salvo.  Ellos me dijeron que esperarían todo el tiempo que fuera necesario.  ¡Al Fin! ¡Ahí están ellos! ¡Qué tranquilidad!  Ya no hay peligro.  En ese carro será muy fácil huir.  Van a decirme que soy un tonto, que todo lo eché a perder con mis incontrolables nervios.  Pero, quien iba a imaginar que el vigilante me sorprendería con lo bien oculto que estaba.  ¡Claro ¡ El muy astuto me dejó entrar y luego me quería matar adentro.  Si yo no hago lo que hice, me deja muerto.  Bueno, al menos estoy a salvo.  Por sus miradas, sé que me reprueban algo, no por haber matado al tipo aquel, es por no haber traído nada.  La próxima vez lo haré bien.  Eso será lo que les diré.

Para evitar el escándalo es mejor no encender las luces; además, me puedo mover en la oscuridad.  Revisaré los muebles, tras ellos cualquiera se  puede ocultar o quizá sea un gato, ya ha sucedido.  Esos animales en la noche molestan mucho; seguramente es un gato merodeador, porque  en la casa no hay. Andan en las noches tocándolo todo, quiebran las porcelanas.  ¡No sé por qué no pensé antes en el gato,estaba nervioso.  Lo sorprenderé y le daré un buen golpe para que no vuelva más. ¡Dios mío, me muero ¡

¡Sólo falta un paso!

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