A pesar de sus personalidades tan distintas, Heidegger y Nietzsche pasaron en sus vidas por algunas circunstancias similares. Ambos conocieron épocas de auge y decadencia, según la oscilación de las bogas cambiantes –expresionismo, nacionalsocialismo, existencialismo, posestructuralismo, revivalismos religiosos–, que les permitieron sobrevivir a los avatares del siglo. Puede decirse que fueron filósofos siempre de moda, aunque de distintas modas y con públicos cambiantes. Este suceso contradecía paradójicamente lo que Heidegger pensaba de la filosofía en general y de la suya en particular: que debía carecer de «actualidad», no responder a las exigencias de su tiempo, ya que «el filosofar es un saber que no sólo no puede volverse tempestivo, sino que más bien, al revés, coloca el tiempo bajo su medida». Olvidando esa propuesta, las interpretaciones de su obra se referían a la «crisis de nuestro tiempo» y sus elecciones políticas contribuyeron a reforzar la identificación de su filosofía con el momento histórico y la inmediatez política.