Supongamos que yo sea el único ser humano del mundo; vivo como Robinson Crusoe, en una isla desierta. Tengo muchos problemas: cómo sobrevivir solo, cómo encontrar comida y cobijo, cómo entretenerme, cómo cuidarme cuando esté enfermo. En estas condiciones es indudable que empezaré a actuar como total egoísta, satisfaciendo aquel deseo que sea más acuciante en cada momento; pero, según se vaya haciendo mi vida más estable y más predecible, empezaré a negarme a mí mismo placeres presentes a fin de impedir catástrofes futuras. Ahora bien, …