En la película brasileña Estación Central, Dora es una maestra jubilada que, sentada en la estación escribiendo cartas para los analfabetos, gana lo suficiente como para llegar a fin de mes. Repentinamente, le surge la oportunidad de ganar mil dólares. Todo lo que tiene que hacer es persuadir a un niño de nueve años para que la siga a una dirección que le han proporcionado. (A ella le han dicho que será adoptado por unos extranjeros ricos). Entrega al niño, obtiene el dinero, se gasta parte de él en un televisor y se toma un respiro para disfrutar de su adquisición. Sin embargo, su vecino le agua la fiesta diciéndole que el niño era demasiado mayor para ser adoptado y lo van a matar para vender sus órganos para trasplante. Quizá Dora ya lo sabía, pero después de la franqueza de su vecino pasa una noche convulsa. A la mañana siguiente Dora decide recoger al niño.