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Muchos creen que el papel más importante de la religión es ser soporte de la moralidad al darle a la gente una razón imbatible para obrar bien: la promesa de una recompensa infinita en el cielo, y (según los gustos) la amenaza de un castigo infinito en el infierno si no lo hacen. Este raciocinio sostiene que sin la lógica divina de la zanahoria y la vara, la gente holgazanearía sin meta alguna o complacería sus deseos más bajos, rompería sus promesas, engañaría a sus esposos, descuidaría sus deberes, etc. Este razonamiento tiene dos problemas bien conocidos: 1) no parece ser cierto, lo que es una buena noticia, pues 2) comporta una visión muy degradante de la naturaleza humana.