Alberto Ibarbo Sepúlveda
EL CHAMÁN O LA VERDAD DEL MITO
No sé si lo conocí o lo soñé,
no sé;
el rostro de pálido azafrán,
hondas arrugas callando edades
de nebuloso ancestro.
En las manos el tiempo dejaba
el lenguaje de sus mapas,
y en sus ojos cansados se advertía
la vaga soledumbre de un ocaso.
Vieja la voz,
firme en el mito,
hablaba de la madre tierra
mostrando el alma en cada sílaba;
hablaba de la selva
como un parto
atendido por los dioses…
así fue como los monos
saltaron soledades,
la serpiente despertó en anillos
y la abeja salió de la flor
en polen coronada.
Así fue como los ríos
contaron sus historias de agua,
las alas golpearon el rocío
y los insectos se volvieron rumor
en la hojarasca.
Y tantas cosas más, pero faltaba
el alcohol de una mirada
detrás de los follajes,
el empuje total del equilibrio,
la energía crispándose en el aire…
Pero ya la tarde crecía en las pezuñas
y un golpe de tropel
hirió el letargo;
la fuerza, entonces,
saltó de la espesura
y una legión de negras mariposas
voló hacia la piel de su relámpago…
Así nació el jaguar
y con rugidos
rompió los cristales del silencio.